Mi mamá no era perfecta.
Ni cerca.
Tampoco encajaba en ningún estereotipo de madre.
Mi mamá era independiente, libre, emprendedora, llena de fuerza y debilidades.
Soltera, separada, viuda, casada.
Siempre en busca de su próxima aventura.

Todavía hay días que no puedo creer que hace casi diez años que vivo en un universo donde mi madre ya no existe.
Todavía hay días en los que espero que me pase a buscar para ir a pasear.
O que me diga que juntas vamos a solucionar cualquier problema que tenga.
Posible o Imposible.

Y aunque la extraño locamente, me alegra saber que una parte de su espírtu libre vive en mí.
Y en mis hijos.

Te quiero, ma.



Feliz día para todas las madres imperfectas
y para todos los hijos perfectos.