(¿Lo encuentran ahí atrás? Me ve con la cámara y huye)

Hoy leí el post de Dani en lo de Pau y me puse la pilas para contar la historia de Farías.
Se la dedico a Maru, que me la reclama hace mil.

Ni el Pintor ni yo, somos ni muy gatunos ni muy bicheros que digamos, en general. Jamás consideramos tener un perro, gato, canario, pez o similar. Con nuestro zoológico humano estamos felices. 
Y un día hace tres inviernos, el famoso de la Gripe A, apareció en la puerta de mi casa un gatito. Divino, chiquito, pero gatito al fin. Se instaló en la alcantarilla de la entrada y no hubo forma de que se fuera. Llamé a mis amigas bicheras, a una vecina que lo quería adoptar, lo sedujeron con morfi (yo no le daba de comer para que no se instale!) y no hubo caso, el gatito no se movía. Para colmo con la historia de la gripe, los chicos estaban en casa, aburridos y por supuesto, era el momento ideal para rogar y suplicar que el gato se quede. Pero mi voluntad férrea no cedió (y tengo que aclarar que es idéntico pero idéntico al Gato con Botas, así que estamos hablando de gran voluntad).

Sin embargo, una mañana helada de lluvia espantosa, esas bien grises, clásicas de Buenos Aires, en la cual los chicos estaban en el colegio, lo veo acurrucado en la ventana, hecho un mini ovillo y no pude más. Llamé a Nati, mi amiga veterinaria y le dije: " bueno, le doy de comer pero se queda en el jardín y vos le buscás una casa". Si, si, me dijo la muy turra y metirosa.
Cuando llegaron mis hijos del colegio, estaban felices. El del medio, me miró y me dijo: "Ma, que suerte, creo que Dios escuchó todo lo que le pedí tener un gato y me dejó este en la puerta". Si, puro verso, es de lo peorcito que conozco y por supuesto, tres años más tarde acá estoy dándole de comer a Farías, mi gato.

Ustedes ¿tienen perro, gato, pez?
¿cómo se conocieron?