No sé cuando empecé a hacer mis “Resoluciones de Año Nuevo”. No sé si fue cuando empecé a leer blogs de afuera –los norteamericanos gustan mucho de las resoluciones- o si fue cuando comencé con mi emprendimiento y se me mezcló la vida misma con el marketing y los objetivos. Sé que hasta hace 10 años no las hacía y –creo- era más feliz.
Este año decidí que no pienso hacer ni una. No porque me haya ido mal antes con mis resoluciones pero quiero volver a probar vivir sin ellas. Algunos años, las escribí y no las leí más – lo cual no creo que beneficie la perfomance de las metas- hasta que terminó el año. Cuando las repasé, me di cuenta que algunas había logrado y otras olvidado pero no por el mérito de haberlas escrito en un papel, porque justamente no las había vuelto a leer en todo el año. Doble resolución para el año siguiente: escribirlas y leerlas periódicamente.
Cuando lo hice, tampoco me fue mal pero ciertamente no sé si me fue mejor. En parte porque creo que algunas resoluciones eran más laborales que personales y otras más imposibles que reales. No importa lo que corra, estas piernas no serán más largas. Para eso tenía que meterle resoluciones a los genes familiares (gracias Ma, gracias Pa!) y en difinitiva, cuando pienso en el orden general del universo, ¿sería tan importante como para meterlo en mis planes para todo un año por venir?
Otro tema es que te la pasas evaluando tu perfomance y no sé hasta qué punto eso está bueno. Hacemos lo que podemos con lo que tenemos cada día. ¿Vale la pena evaluarnos, a fin de año o cada tres meses como si fueramos nuestra propia empresa de recursos humanos?
¿Si no cumplí con los objetivos, no me dan el premio? ¿Tengo ganas de hacerme eso a mi misma? O mejor me doy un premio por haber llegado “intacta” a Diciembre.
Ya el año pasado, venía por este camino y me puse dos fáciles, tan pero tan fáciles que no valía la pena ni escribirlas: comprar flores todas las semanas para mi casa y la otra no me acuerdo. Estamos viendo el patrón, no?
Bueno, resulta además que ni la de las flores no la cumplí todas las semanas. Voy escribiendo y visualizo como se escapa mi premio anual por resultados.
Así que este año, voy patear todos los tableros resolutivos y no programar nada.
Dejar que la vida me sorprenda. Ser flexible con lo que venga más allá de si se ajusta o no a mis objetivos y metas anotados en un papelito. En definitiva, me puse una sola: 
Ser feliz no importa lo que pase,
sin resolución,
meta u objetivo alguno.
Y en parte creo que me metí una trampa porque va a ser la más ardua de todas. O tal vez no, en Dicimebre, les cuento.
¿Ustedes hacen resoluciones?
¿Las anotan, las miran durante el año?
¿Se ponen mal si no las cumplen?